No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo.
Albert Camus.
Albert Camus.

Francia se había paralizado y lloraba la perdida de uno de sus más grandes intelectuales, escritor, filosofo y periodista, a un hombre que marcó la historia del siglo XX, que dejó como legado obras famosas a nivel mundial: El extranjero (1942), La peste (1947), La caída (1956), El exilio y el reino (1957) y entre otros, quien además paradójicamente sostenía la filosofía del absurdo de la condición humana, como tema principal en sus obras: la idea de encontrar sentido a la vida, por más infructuosa que sea la búsqueda, ésta no existe, pues su filosofía parece haber presagiado su muerte tan absurdo e imprevisible, fallecía prematura y repentinamente cuando se encontraba en la cúspide de su carrera y manifestaba que aún no había escrito su obra maestra.
Un día como hoy, 04 de enero de hace medio siglo, en que Albert Camus dejaba huérfana a toda una generación, ese mismo día nacía una leyenda, la inmortalidad de Camus que caló en toda un generación que venia detrás, la misma que yo conocí cuando cursaba mi último año de educación secundaria y quedé embelezado con una de sus magistrales novelas: “La Peste”, que leí y releí hasta en dos oportunidades, y que ya estando en la universidad, proclamaba, cuanto podía, a mis compañeros de aspiración literaria, que quien no ha leído a Camus no conoce la buena literatura europea, quien junto a Sartre, André Malraux, Victor Hugo forman un Clásico de la Literatura Francesa y Universal.
¡Grande Albert Camus!